Lunes, 24 de octubre de 2011
Me encanta el graffiti, su
capacidad expresiva, subeversiva, reivindicativa, comunicativa... me
encanta recorrer las calles que aún huelen a pintura fresca y ver la
cara de quienes pasan con los ojos clavados, algunos asustados,
indignados, asombrados, admirados, por las formas, el mensaje, la
propuesta creativa que cada artista callejero imprime a la ciudad. Pero
no entiendo muchas cosas del accionar de algunos graffiteros y sus
crews, aquí una situación que me gustaría me ayudaran a entender.
La
estación Hospital del Metro y sus alrededores, es un espacio en el que
hace un par de años han tomado vida los más diversos personajes y frases
desde el graffiti, el stencil, la pegatina; es un recorrido obligado
para llegar a mi casa, y cada día, mientras subo derecho hacia Manrique
por toda Barranquilla disfruto de cada trazo, encuentro las novedades e
identifico los nuevos personajes en ese universo creativo en el que han
convertido las calles que transito.
La semana pasada,
cuando bajaba hacia la UdeA, me encuentro que había un nuevo dibujo
“PACHA MAMA, cuídala” decía en letras grandes y llamativas. Me gustó. No
sé de quien era, pero me gustó el estilo, el mensaje, un llamado
necesario para este mundo caótico que olvida lo esencial. Este había
sido escrito en un espacio en el que no recuerdo que estuviera otro
graffiti, o si estaba, el desgaste de los días, el trajín de la lluvia y
el sol, la mugre de los carros y su contaminación lo habían borrado o
restado vida, en todo caso, recuerdo ese espacio como vacío. Oh
sorpresa me llevo ayer domingo en la tarde cuando regreso a mi casa y
haciendo el recorrido habitual, encuentro un combo de graffiteros
re-escribiendo sobre esta nueva pieza, borrándola con ganas, con rabia
quizás.
Era muy joven para desaparecer, tan solo dos o
tres días de existencia colorida...lástima! pienso. Me cuestiono por mi
sentimiento pues sé de lo efímero del graffiti, de esa esencia volátil
que lo puede caracterizar, pero me gustaría que muchos otros lo hubiesen
podido apreciar... me cuestiono también frente a lo que pasa: qué hace
que sean los mismos graffiteros los que silencien y borren las
expresiones y no la institucionalidad como uno creería? ¿qué fue lo que
no les gustó, el mensaje, el autor, el color, el estilo? ¿o invadieron
su territorio, se sintieron vulnerados? ¿quién les adjudicó esas paredes
y esas calles? ¿son sólo suyas? ¿dominio? ¿poder? ¿fronteras?
¿segmentación, broncas, odios, rabias, egocentrismo, represión...?
¿graffiti como libre expresión?
No quisiera que
colonizaran mis calles, también son mías, son de todos, no lo olviden.
Recuerden de quién fue ese espacio antes que ustedes llegaran “señores
del dominio colorido”, recuerden al Lobaina de dos años atrás, recuerden
las familias que fueron desplazadas y reeubicadas de acuerdo a la nueva
planeación urbana que dijo que el Metroplús debía pasar por ese tramo,
que debían derrumabarse las casas y construir por lo tanto las grises
paredes que ustedes ahora usan y monopolizan.
Porque el
graffiti es una expresión consciente y libertaria, estoy en total
desacuerdo con estas practicas... ya son muchas las historias similares
que me hacen escribir este desahogo, y a pesar de varios intentos de
explicaciones, me siguen pareciendo absurdas, al igual que lo que
generan al interior del movimiento graffitero en la ciudad. Tantos muros
limpios, tantos lugares emblemáticos que subvertir, tantos retos y
mensajes que podrían hacerse desde la imagen y el color …. y siguen
pisándose la manguera entre ustedes mismos? Madurez y claridad. Divide y
vencerás, resa aquel proverbio...el sistema sabe hacer muy bien su
trabajo.
Agradezco me ayuden a entender. Quizás sea mi posición como espectadora la que me lleve a estas reflexiones.
Fuente: http://www.facebook.com/notes/nathalia-enredos/no-monopolicen-mis-calles-se%C3%B1ores-graffiteros/278478048840029
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